Este pasado martes dieciocho de diciembre pudimos disfrutar el café acompañados por Marzenna Adamczyk, embajadora de Polonia en España, quien con mucho humor, y sin ningún complejo por ser la única mujer de la sala, estuvo con nosotros compartiendo un rato muy agradable, sin prisa, pero sin pausa, como alguien en quien se ve a una persona que se mueve cómoda en ambientes universitarios y diplomáticos.
Tras elegir no sentarse y hablar con nosotros mientras andaba por la habitación, supo introducirnos en la tradición de la Navidad polaca, abriéndonos el apetito a pesar de haber comido justo antes, y haciéndonos oír cientos de villancicos al tiempo que veíamos las estrellas y montañas allí, en Polonia.
Sobre sí, ella se define como una mujer que no teme correr riesgos, que busca hablar con quien corresponde y con quien tiene que hacerlo, una persona normal cuyo modo de mostrarlo es sin predicar, sino sólo con naturalidad, siendo ella misma, estando activamente donde pueda sacar algún provecho para su país.
Con humor, pero con seriedad, fue respondiendo a nuestras preguntas, hablando de temas como el encaje entre la sociedad y los migrantes, o manifestando que para que lo institucional funcione la gente ha de creer en ello. En una vida llena de trabajo, pero con un trabajo muy satisfactorio, reconoce que le gusta España, además de sentirse hispanista, y sabiendo que el mundo se mueve por modas, nos anima a los cristianos a dar ejemplo, principalmente siendo buena gente, porque la bondad no abunda.
Se despidió de nosotros señalando que ser seminarista, y más concretamente seminarista católico, sin haber ido a Polonia no es algo que se pueda permitir, y nos invitó a visitar el país en cuanto tuviésemos oportunidad.