Año 2161. Un nuevo orden mundial en el que el hombre ha sido manipulado genéticamente y puede en teoría vivir eternamente, en la práctica el tiempo es la medida de cambio en una división social muy delimitada y polarizada: los que tienen que vivir al día para pagar sus necesidades y los que acumulan siglos para disfrutarla rodeado de lujos. Aquí se desarrolla la historia de nuestro protagonista (Justin Timberlake) que luchará para hacer justicia no sólo personal sino contra este sistema deshumanizador.
Este marco de ficción futurista es la excusa para un película muy filosófica, cargada de metáforas sobre la actualidad y profundos mensajes: el sentido, misterio y dignidad de la vida humana, la ingeniería genética orientada a la búsqueda de la eterna juventud, una supuesta sociedad ideal de tipo orwelliano, el control malthusiano de la población y los excesos del orden económico global afectados por la avaricia, la amenaza para la libertad y desarrollo humano en los regímenes totalitarios,… Al director le avalan trabajos anteriores sobre estás temáticas de utopía o dilemas morales (Gattaca, El Show de Truman, El señor de la Guerra).
Imprescindibles los primeros 20 minutos, sin duda es lo mejor construido de la película. Las actuaciones, junto a un argumento cambiante y el cierre son simplemente aceptables, pero gracias a la escalada de acción y los diálogos profundos nos enganchará hasta el final esta cinta digna de tener en cuenta, y que nos suscita una reflexión personal sobre los horizontes y desafíos morales de nuestra sociedad.
Muy recomendable para cine-fórums, clases o comentarios en grupos con los jóvenes.