Basada en la biografía homónima, cuyo guión adapta el mismo director John Lee Hancock (El Álamo, El sueño de Walt) la cinta nos coloca ante el encuentro providencial entre el adolescente Michael Oher -hoy afamado jugador profesional de fútbol americano- marcado por una dolorosa situación de abandono y exclusón, y una familia adinerada de Memphis, EE.UU. que, capitaneada por una madre de profundo arrojo, sensibilidad y fe cristiana (interpretada magistralmente por Sandra Bullock) propicia acoger un tiempo a Michael en la familia hasta ser finalmente adoptado. Encuentro que renovará la vida de todos.
El tratamiento tan particular de los temas propuestos en la trama, que se despliega durante los 123 min., van tejiendo un argumento que nos engancha hasta el final (feliz, por supuesto). La superación y sanación de una historia personal de dolor en el ámbito interpersonal, desde el amor y la fe. La situación de marginación y los riesgos de exclusión que afectan a los jóvenes actuales. El papel estructural de la familia, presentada como principal núcleo de solidaridad en una sociedad, y los retos cotidianos en las relaciones conyugales y paterno-filiales, el papel de la escuela cristiana y de los educadores y, como no, el trabajo en equipo, pues el deporte es tema paralelo y conductor.
Nominada a varios Oscar y Globos de Oro en las categorías principales, ambas academias solo premiaron en 2010 a Mejor actiz a Sandra Bullock por su papel ineludible, y al que nos tiene poco acostumbrados, por la carga humana que desempeña.
Una película ‘imperdible’ para descansar y reír, por esa combinación de cotidianidad, ritmo y humor, para ver con amigos y familia y cargarse de esperanza.