Saltar al contenido
Seminario Conciliar de Madrid
  • ¿Quiénes somos?
    • El rector y los formadores
    • Los seminaristas
  • Día a día
    • ¡Ven a adorarle!
    • La revista
    • Nuestra Biblioteca
    • Cine-Sala Toribio
    • Café y Compañía
  • La Vocación
    • Grupo de discernimiento vocacional
    • Testimonios de seminaristas
      • El Fotomatón
    • Testimonios de sacerdotes
    • Preguntas y respuestas
  • Contacto
  • Ayúdanos
Búsqueda en el sitio

2 Abril 2019

EVANGELIO

Del evangelio según san Juan (5,1-16):

Se celebraba una fiesta de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén.
Hay en Jerusalén, junto a la Puerta de las Ovejas, una piscina que llaman en hebreo Betesda. Esta tiene cinco soportales, y allí estaban echados muchos enfermos, ciegos, cojos, paralíticos.
Estaba también allí un hombre que llevaba treinta y ocho años enfermo.
Jesús, al verlo echado, y sabiendo que ya llevaba mucho tiempo, le dice:
«¿Quieres quedar sano?».
El enfermo le contestó:
«Señor, no tengo a nadie que me meta en la piscina cuando se remueve el agua; para cuando llego yo, otro se me ha adelantado».
Jesús le dice:
«Levántate, toma tu camilla y echa a andar».
Y al momento el hombre quedó sano, tomó su camilla y echó a andar.
Aquel día era sábado, y los judíos dijeron al hombre que había quedado sano:
«Hoy es sábado, y no se puede llevar la camilla».
Él les contestó:
«El que me ha curado es quien me ha dicho: “Toma tu camilla y echa a andar”».
Ellos le preguntaron:
«¿Quién es el que te ha dicho que tomes la camilla y eches a andar?».
Pero el que había quedado sano no sabía quién era, porque Jesús, a causa del gentío que había en aquel sitio, se había alejado.
Más tarde lo encuentra Jesús en el templo y le dice:
«Mira, has quedado sano; no peques más, no sea que te ocurra algo peor».
Se marchó aquel hombre y dijo a los judíos que era Jesús quien lo había sanado.
Por esto los judíos perseguían a Jesús, porque hacía tales cosas en sábado.


CANCIONES


MEDITACIONES

“Levántate, Toma tu camilla y echa a andar”

por Álvaro T.

Señor mío y Dios mío q maravilloso eres!

Me curas, me dices levántate, toma tu camilla y echa a andar!!! y ya se me ha olvidado q me has curado, se me ha olvidado q estaba enfermo, viniste a por mi, y me sanaste! se me ha olvidado q me lo has regalado todo, se me ha olvidado q yo sin ti no soy nada! Me da pereza levantarme! Poner de mi parte! Darte mi corazón! No me apetece cargar con mi Cruz! No me apetece sufrir! Señor quiero ser perfecto!!!!! Señor q pobreza…

Te veo en la pasión, …. tú no te olvidas de mi! No solo eso sino q mueres por mi!… Espiritualmente no estás enfermo, eres Puro, sin pecado, y en cambio cargas con la Cruz hasta la muerte!!!! Yo como cristiano estoy llamado a ti, estoy llamado a ser Cristo. Mi ideal de altura eres Tú, JESUCRISTO! Y tú Señor estás lleno de llagas, envuelto en tu propia sangre, desnudo y clavado a un Madero! ¡¡¡¡Quiero vivir en ti!!!!

Tú eres mi Dios y salvador! Tú eres mi vida! Has muerto por mi!…. Señor cuantas cosas buenas me has regalado y yo solo veo lo q me falta para ser perfecto.

Hijo mío levántate, toma tu camilla, y echa a andar…. te pido señor q todos los días sean así. Q me ponga en tus manos, q deje mi vida a tu disposición, q abra mi corazón y cargue con mi Cruz…

Te pido señor cada día me levante tome mi camilla y eche a andar! Porque tú señor harás el resto!

 


“¿Quieres quedar sano”

por Enrique A.

“Señor mío y Dios mío, Salvador y Redentor, creo firmemente que estás aquí, que me ves, que me oyes, que me amas.”
“¿Quieres quedar sano?” ¡Vaya pregunta, Jesús! Este hombre llevaba allí nada menos que 38 años. Es mucho tiempo, tanto como para desesperarse y tirar la toalla, tanto tiempo que hasta se le podía haber olvidado que había venido a hacer allí.
Yo también, Jesús, a veces viendo mi fragilidad y mi pecado puedo caer en el desánimo y la desesperación. Sin embargo, en esta Cuaresma me regalas un tiempo favorable de conversión. Pero ¿cómo es esta conversión?
¡Cuántas veces más que dejarme lavar por ti más, que dejarme curar por tu amor, intento salvarme yo por mis propias fuerzas!
Es lo mismo que le pasó a Pedro en la Última Cena cuando fuiste a lavarle los pies. “¿Tú, Señor, lavarme los pies a mí?” No, prefiero ser yo el que se arrastre hasta la piscina, el que se lave a sí mismo; no necesito ayuda.
Pero mi experiencia me dice que no puedo, que te necesito y por eso te grito: “¡No solo los pies si no también las manos y la cabeza!” Enséñame, igual que le enseñaste a Pedro, que he sido lavado en ti y que tu gracia actúa en mí todos los días. De esta manera, descubriré con alegría que, como dijo San Pedro en su primera carta, “tus heridas nos han curado”.

Seminario de Madrid

Seminario de Madrid

¡Síguenos en redes sociales! →

facebook-logo   logo-youtube   logo-de-insta

Tema por Colorlib Funciona con WordPress