Saltar al contenido
Seminario Conciliar de Madrid
  • ¿Quiénes somos?
    • El rector y los formadores
    • Los seminaristas
  • Día a día
    • ¡Ven a adorarle!
    • La revista
    • Nuestra Biblioteca
    • Cine-Sala Toribio
    • Café y Compañía
  • La Vocación
    • Grupo de discernimiento vocacional
    • Testimonios de seminaristas
      • El Fotomatón
    • Testimonios de sacerdotes
    • Preguntas y respuestas
  • Contacto
  • Ayúdanos
Búsqueda en el sitio

Martes 23 mayo

MARTES 23 MAYO 2017

Evangelio de la oración

Del Evangelio según san Juan (16,5-11)

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Ahora me voy al que me envió, y ninguno de vosotros me pregunta: “¿Adónde vas?”. Sino que, por haberos dicho esto, la tristeza os ha llenado el corazón. Sin embargo, os digo es la verdad: os conviene que yo me vaya; porque si no me voy, no vendrá a vosotros el Paráclito. En cambio, si me voy, os lo enviaré.
Y cuando venga, dejará convicto al mundo acerca de un pecado, de una justicia y de una condena. De un pecado, porque no creen en mí; de una justicia, porque me voy al Padre, y no me veréis; de una condena, porque el príncipe de este mundo está condenado».

[contraer]

Canciones de la oración

INVOCACIÓN AL ESPÍRITU SANTO

EXPOSICIÓN DEL SANTÍSIMO

EVANGELIO

MEDITACIÓN 1

MEDITACIÓN 2

CANTO DE RESERVA

CANTO A LA VIRGEN MARÍA

[contraer]
meditaciones
“Os conviene que Yo me vaya”

por Dani B.


Gracias, Señor, porque nos has reunido aquí ahora, al final del día, para descansar en ti. Gracias porque has permitido que venciésemos la tentación de quedarnos en el sofá de nuestra casa, o en nuestra silla de estudio, o en la barra de un bar, y en su lugar vengamos esta noche aquí para poder adorarte, alabarte y darte gracias.

Tu palabra en estos días me lleva a prestar mucha atención al Espíritu Santo, que Tú junto al Padre envías para continuar tu obra y misión en el mundo. “Os conviene que yo me vaya”, escuchábamos antes, para que pueda venir el que nos confirma en la verdad y viene de tu parte. Tú, Señor, viniste a redimirnos y a hacernos hijos de Dios, y eso es lo que el Espíritu Santo continúa hoy en la Iglesia. Pero, ¿de qué tienes que redimirnos?

Hoy me recuerdas con tu Palabra algo que a menudo se me olvida: hay un “príncipe de este mundo”, que quiere gobernar sobre nosotros. Y una de sus victorias es precisamente esta: que no pensemos en él, que creamos que no existe, que es una invención de tiempos antiguos… Pero si me paro a observar con detenimiento mi vida, puedo ver cómo trata de llevarme a su bando. Me ocurre cuando empiezo a juzgar lo que hacen mis compañeros, a criticar las decisiones de mis superiores, cuando por egoísmo desvío la atención de los que tengo cerca y me centro únicamente en mí… Ya lo decía San Pablo en su carta a los Romanos: “en efecto, no entiendo mi comportamiento, pues no hago lo que quiero, sino que hago lo que aborrezco […]. No hago lo bueno que deseo, sino que obro lo malo que no deseo” (Rm 7, 15.19). ¡Qué contradicción! Pero eso es porque dejo actuar al príncipe de este mundo, al diablo en mí. Pero el mismo Pablo ya advierte que solo Jesucristo nos libra de él.

Y, Señor, Tú ya has dictado sentencia sobre él: está condenado. Si esto lo has hecho, no es sino por amor a nosotros, para que no seamos dominados por él. Tú, Señor, con tu resurrección nos has abierto las puertas del cielo, haces que podamos ser hijos de Dios y no esclavos del diablo. Y esto porque Tú, Señor, eres amor. Hablar de ti es hablar de amor, de un amor desbordante que todo un Dios tiene a una pequeña criatura como yo, que no soy nada. Es un amor fuera de toda lógica, desproporcionado. Un amor que es la ley de este mundo, que mueve al mundo, porque Tú creaste el mundo por amor. Y tu amor no es un amor abstracto, lejos de nuestro alcance, no. Es un amor que se hace tangible, que podemos experimentar en lo concreto. Llenas el mundo con los signos de tu amor. Todos aquellos a quienes has unido por el sacramento del matrimonio son signo de tu amor desbordante, pues su amor no se queda en ellos, sino que es fecundo, y por ello se abre a una nueva vida siempre.

También descubro tu amor en la entrega generosa de tantas personas por aquellos que más lo necesitan: en hospitales, comedores sociales, centros de drogodependientes, de marginados sociales… Su entrega a los demás es signo palpable de ti, que entregaste tu vida sin reservarte nada por amor. Y nos muestras tu amor cada vez que nos regalas tu perdón en el sacramento de la Penitencia, cuando toda ofensa que pudiéramos haberte hecho queda borrada, no existe ya para ti desde el momento en que el sacerdote nos absuelve en tu nombre.

Tu amor vence en el mundo, Señor. Aunque sigamos notando la presencia del maligno, el amor es el arma más poderosa. Por eso el príncipe de este mundo ha quedado condenado, por eso nos has dicho también que las puertas del infierno no prevalecerán. Esta es mi confianza, Señor, es nuestra confianza, que se vuelve acción de gracias al descubrirnos amados por Ti.

[contraer]
¿A dónde vas?

Buenas noches Señor,

Un martes más en tu compañía, un martes más descansando en ti, apoyado en tu pecho, me encuentro meditando con esta frase:

– “Os conviene que yo me vaya”

Suena paradójico Señor; aunque hace tiempo que veo que todo lo que te envuelve está rodeado de paradojas a las que hay que ir buscando sentido. Intento imaginar lo que tuvo que suceder en el corazón de aquellos que escucharon esta frase cuando salió de tu boca, imagino que yo también estoy junto a ti cuando dices: “Os conviene que yo me vaya”.

Escucho estas palabras como si retumbaran en mi interior, y según están entrando por mis oídos, cierro los ojos y pienso: Dios mío, Tú, que te has convertido poco a poco en el centro de mi vida, que me has hecho andar por caminos insospechados, que me enseñas a amarte más y más cada día, Tú, que has pasado a ser todo para mí, que eres el motivo por el que quiero entregar toda mi vida ¿me dices que te vas, y que lo haces por mi bien?

No me has dejado todavía, pero después de escuchar estas palabras, siento que ya no estás conmigo. Miro en mi interior y solo veo oscuridad, silencio, nada… dentro de mi no hay nada. Ni un ruido, ni una luz, estoy completamente solo. Si Tú te vas, no queda nada… pero Señor, hay algo que rompe este silencio, en lo más profundo de mi corazón, hay algo, no sé qué es… escucho atentamente y me voy acercando a este Misterio poco a poco. ¡Oh Señor! ¡Qué preciosidad… que luz tan maravillosa en lo más profundo de mi corazón! Tan blanca, tan resplandeciente, tan cargada de esperanza.

Señor, siento como calienta esta luz, como arde mi pecho con un fuego que no consume… y escucho una voz dentro de mí que dice:

– “No tengas miedo, yo nunca te voy a abandonar”

Es tu voz Señor, los oídos de mi corazón la han reconocido, se que eres Tú. Abro los ojos, sigues delante de nosotros, pero ya no estás hablando. No he podido escuchar las últimas palabras que explicaban lo que sucedería cuando te fueras, pero no importa, mi corazón lo ha sentido, me has hecho sentir que verdaderamente soy templo y sagrario del Espíritu Santo.

Y ahora me encuentro enfrente de ti, enfrente de la custodia que sostiene a lo más importante de mi vida, el verdadero cuerpo de Cristo en forma eucarística. Puedo verte, porque también estás verdaderamente en lo más profundo de mí ser; puedo verte porque estás colmando mi corazón con una esperanza que no deja espacio al miedo, con una fe tan grande que no da pie a la duda, con un amor tan ardiente que no puedo esconderlo al mundo.

Y aquí otra de tus paradojas Señor: te vas, pero para quedarte siempre con nosotros. Y es que detrás de todas tus paradojas está siempre tu amor, estás siempre Tú.

[contraer]

 

Más oraciones

28 marzo 2017
04 abril 2017
25 abril 2017
09 mayo 2017
16 mayo 2017

[contraer]

Seminario de Madrid

Seminario de Madrid

¡Síguenos en redes sociales! →

facebook-logo   logo-youtube   logo-de-insta

Tema por Colorlib Funciona con WordPress