Evangelio: Marcos 9, 30-37
“No entendían lo que decía, y les daba miedo preguntarle”.
Por Adrián L.
Señor, cuántas veces me pasa lo mismo que a los apóstoles: no entiendo algo que me haya pasado, o algo que me diga el formador o el director espiritual que no me guste y en vez de mirarte a ti, me encierro en mi mismo. Muchas veces, es verdad, da miedo la radicalidad de la entrega, porque lo que nos pides lo haces desde la cruz, y no hay mayor entrega que esa, porque cuando reunimos el valor para preguntarte, tú nos respondes desde un pequeño trozo de pan, y no hay lugar mas pequeño en el que encerrar al “Dios con nosotros”. Hoy quiero pedirte por todos aquellos que te conocen, pero han decidido rechazarte, por aquellos para los que la cruz sigue siendo un escándalo. Ábreles, Señor, el corazón para que en esta cuaresma que mañana comenzamos puedan acogerte, para que puedan reconocerte como su Dios y Salvador. Quiero terminar con las palabras que San Juan Pablo II dirigió a los jóvenes chilenos en abril de 1987 y que el pasado sábado, al acudir a la exposición que sobre este santo ha preparado el seminario menos, volvieron a resonar en mi corazón: “No tengáis miedo de mirarlo a El! Mirad al Señor: ¿Qué veis? ¿Es sólo un hombre sabio? ¡No! ¡Es más que eso! ¿Es un Profeta? ¡Sí! ¡Pero es más aún! ¿Es un reformador social? ¡Mucho más que un reformador, mucho más! Mirad al Señor con ojos atentos y descubriréis en El el rostro mismo de Dios. Jesús es la Palabra que Dios tenía que decir al mundo. Es Dios mismo que ha venido a compartir nuestra existencia de cada uno.”
¿De qué discutíais en el camino?
Por Jesús R.
Buenas noches, Señor. Otro martes más me pongo ante tu presencia y me haces esta pregunta. Esta pregunta que se transforma en algo personal: ¿de qué discutes? ¿Por qué discutes? Y encuentro que hasta discuto en ocasiones contigo. Y me pregunto cómo llego a la discusión.
La primera respuesta que te doy es la de la ignorancia, la de no saber el porqué. Pues cuántas veces discuto con los demás por tonterías, por cosas que le doy más importancia de la que tienen. Tal y como les ocurría a los discípulos, que discutían por ver quién era el primero. Y yo discuto contigo cuando la duda, el miedo y tantos fantasmas hacen aparición.
Entonces me haces reflexionar por cuál es nuestro propósito, para qué fuimos hechos, para qué quisiste encarnarte y salvarnos. Y caigo: fuimos creados por amor para amar.
Somos criaturas amadas y amantes. Pero nuestro corazón es de piedra, no es dócil, no sabe amar sin juzgar. Por eso cuando caigo en la discusión estoy dejando de amar.
Todo lo que necesito es amor. Caer en que, como amado, debo amar al que Dios me ha dado como hermano. San Clemente dice en su carta a los corintios “el amor nos une a Dios; el amor cubre la muchedumbre de los pecados; el amor todo lo soporta; tiene paciencia con todo. En el amor nada es vulgar, nada soberbio. El amor no ocasiona cisma, el amor no se subleva…” y más adelante aclara diciendo “supliquemos e imploremos de su misericordia para que seamos encontrados inmaculados en el amor sin parcialidad humana”.
Esto es lo que buscaba como respuesta ante la duda, el miedo y demás que me lleva a discutir. Ahora caigo en que discuto porque no amo como Tú quieres que nos amemos los unos a los otros. Y no amo porque caigo en la parcialidad humana, caigo en el orden del mundo, en elegir solo a los que sean acordes a mí como hermanos, en juzgar por ideas o acciones.
Por eso, Señor, te pido que cambies mi corazón, que lo hagas dócil a tu voz y capaz de amar sin prejuicios. Así la discusión, el enfrentamiento, cesará con mi hermano al soportar todo mediante el amor, que es más fuerte que el propio mundo.
En esta cuaresma, Señor, quiero que me hagas amante de todo lo creado, de todo cuanto hay alrededor incluyendo lo que más me desagrade. Quiero que me enseñes lo que es amar sin límites que nos ponemos. Amando así podré aparcar la queja que me lleva a la discusión, dejar todo lo que no sea amor al prójimo, pero sobretodo amor a ti. Quiero, Señor, ser amor en medio de tanto odio y enfrentamiento.
Las canciones que se han interpretado en la adoración son:
– Ven Espíritu , ven
– Enciende una luz
– Déjame oír tu voz
– Sencillamente
– Océanos
– Junto a ti María