EVANGELIO
Del evangelio según san Marcos (1,21-28):
En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos entraron en Cafarnaún, y cuando el sábado siguiente fue a la sinagoga a enseñar, se quedaron asombrados de su doctrina, porque no enseñaba como los escribas, sino con autoridad.
Estaba precisamente en la sinagoga un hombre que tenía un espíritu inmundo, y se puso a gritar: «¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido a acabar con nosotros? Sé quién eres: el Santo de Dios.»
Jesús lo increpó: «Cállate y sal de él.»
El espíritu inmundo lo retorció y, dando un grito muy fuerte, salió. Todos se preguntaron estupefactos: «¿Qué es esto? Este enseñar con autoridad es nuevo. Hasta a los espíritus inmundos les manda y le obedecen.»
Su fama se extendió en seguida por todas partes, alcanzando la comarca entera de Galilea.
CANCIONES
MEDITACIONES
“Sé quién eres, el Santo de Dios”
por Quique A.
“Señor mío y Dios mío creo firmemente qué estás aquí que me ves que me oyes que me amas”
Jesus, cuando rezo con este pasaje del Evangelio, me sorprende encontrar esta frase dicha por un demonio. Podría parecer que ¡hasta el demonio se ha convertido! Sin embargo, él ha dicho antes que no tiene nada que ver contigo. Y es que el no te conoce realmente. No te conoce porque no vive en tu amor, porque por vive por Ti y para Ti.
Yo también, a pesar de ir a misa, estudiar teologia y pasar largos ratos ante el sagrario, puedo caer en reducir mi fe a una serie de ideas y mi vida cristiana a un montón de preceptos. Puedo perder de vista qué el principio y el fin de ser cristiano eres Tú.
Entre los propósitos de año nuevo sería muy bueno que, junto con bajar unos kilos o mejorar el inglés, pudiera proponerme esta noche conocerte mejor. Que 2018 sea un año en el que pueda decir que conozco mejor a Jesús. Como decía San Felipe Neri: nadie puede conocerte y no amarte y nadie puede amarte y no seguirte.
Tras estos días de fiesta quiero, como María, recoger todos los momentos que he pasado contigo contemplando el misterio de tu nacimiento y celebrándolo con mis seres queridos. Haz, Jesús, que podamos guardar todo esto en nuestro corazón para poder decir cada día con más fuerza que Tú eres nuestro Señor que Tú eres nuestro Dios, que Tú eres el fundamento de nuestras vidas.
“Se quedaron asombrados de su doctrina, porque no enseñaba como los escribas, sino con autoridad”
por Arsenio F de M.
Señor, qué equivocado estoy cuando entiendo la autoridad como dominio, poder, éxito. Ayúdame está noche a ser más consciente de que tu autoridad no viene por la fuerza, no viene por la coacción, no viene por la violencia. Me hablas con autoridad llorando en un pesebre, trabajando en una aldea perdida, sufriendo en una Cruz y ahora permaneciendo en lo que parece un trozo de pan. Tienes autoridad no porque te impongas sino porque me amas. La prueba es que tu mandato más importante me lo diste no en una tarima, no con discurso espectacular, no con palabras grandilocuentes sino después de agacharte, ceñirte una toalla y lavar los pies a tus discípulos.
“Se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos”. Qué lenguaje tan distinto al mío, Señor, que tantas veces quiero anunciarte a los demás avasallando, condenando, juzgando, como si yo tuviera toda la verdad y el otro ninguna, como si yo fuera justo y el otro pecador o como si yo tuviese derecho a hablar y el otro sólo a aprender de mí. Ese no es tu estilo para evangelizar a esta sociedad tan rota, tan fracturada, con tantas heridas. La gente está buscando, muchas veces sin saberlo, el sentido de su existencia: tantos enfermos buscan un significado a su dolor; tantos matrimonios quieren hallar una explicación a sus tensiones; tantos jóvenes desean encontrar un motivo para amar con autenticidad. No puedo darles simplemente con un catecismo en la cabeza, o enseñarles unas normas, o explicarles unos rituales. El cristianismo no es imposición, es atracción. Y el amor es lo que atrae.
Señor, cuántas veces anuncio el Evangelio con autoritarismo, con soberbia, creyéndome mejor que los demás, olvidando que primero tengo que amar y luego predicar. Esta noche puedes preguntarte, yo me lo pregunto, qué están recibiendo hoy los demás de ti. ¿Reciben caras largas, reproches, gritos, malas contestaciones, frialdad, queja, incluso indiferencia? ¿O por el contrario tratas de darles una sonrisa, un piropo, cariño, afecto, comprensión? Sólo así podremos anunciar al verdadero Jesucristo. Señor, que mis obras hablen más alto que mis palabras. Con cierta gracia suele decirse que el mejor predicador es Fray Ejemplo.
Tú me enseñas Señor que amar, más que dar es comprender: caminar con el amado, sufrir con el amado, alegrarse con el amado. Cuando he querido tirar la toalla, cuando he pensado echar todo por la borda, cuando he decidido bajar los brazos ahí siempre has estado Tú para levantarme, para sostenerme, para acompañarme. Qué gran autoridad la del amor. Esa es la que quieres que yo use para anunciarte a todos los hombres.
Ayúdame, dame tu gracia que yo sólo no puedo.