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Oración 20 febrero 2018

EVANGELIO

Del evangelio según san Mateo (6,7-15):

EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Cuando recéis, no uséis muchas palabras, como los gentiles, que se imaginan que por hablar mucho les harán caso. No seáis como ellos, pues vuestro Padre sabe lo que os hace falta antes de que lo pidáis. Vosotros orad así:
“Padre nuestro que estás en el cielo,
santificado sea tu nombre,
venga a nosotros tu reino,
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo,
danos hoy nuestro pan de cada día,
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden,
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal”.
Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, también os perdonará vuestro Padre celestial, pero si no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras ofensas».

CANCIONES

 

MEDITACIONES

“No nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal”.

por Enrique A.

Señor mío y Dios mío, creo firmemente que estás aquí, que me ves, que me oyes, que me amas.

El miércoles pasado comenzamos la Cuaresma, un tiempo en el que tu Espíritu conduce a la Iglesia al desierto. ¿Por qué, Señor, me llevas al desierto? Allí, donde no hay nada, donde no tengo donde agarrarme, me estás esperando. Es el lugar donde volvemos al primer amor, donde nos sigues llamando a la conversión. Pero también el desierto es un lugar de tentación.
En estos 40 días quieres purificarnos, darnos un corazón nuevo. Solo en el desierto puedes hacer esto y es en el combate de la Cuaresma donde nos transformas.

Esto lo explica muy bien San Agustín cuando dice: “Nadie se conoce a sí mismo si no es tentado, ni puede ser coronado si no ha vencido, ni vencer si no ha combatido, ni combatir si carece de enemigo y de tentaciones”.
En la tentación, Jesús, me conozco débil, necesitado de Ti; veo que yo solo no puedo salvarme, que sin Ti no puedo hacer nada.
Jesús, Tú que has venido a luchar mi combate, haz que pueda participar siempre de tu victoria sobre la muerte.
Esta noche Te pido que me enseñes a odiar, a odiar el mal. Que en mi vida no haya pactos con el mundo y con la mediocridad, que mi corazón sea solo tuyo.

Padre, “no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal”, que tu Espíritu nos acompañe toda la Cuaresma y nos dé un corazón nuevo.

 


“Cuando recéis no uséis muchas palabras”

por Ignacio O.

Jesús, gracias por estar aquí, gracias por dejarme pasar otro martes más a Tu lado.
Estas palabras que hoy nos diriges, no dejan de resonar en mí.  Ahora que estoy en silencio, soy capaz de darme cuenta de que me quieres. De que si estás aquí es por mí. Y de que sólo si hago silencio, puedo escucharte.

Hoy nos dices callad y escuchad.  ¡Pero es tan difícil! Venimos ajetreados de la semana. De nuestros problemas y de nuestras alegrías. De lo que he hecho hoy, de lo que haré mañana, y de tantas otras cosas que nos impiden parar, callar y escuchar.
Señor, sé que estás fuera, a la puerta, pero es el ruido que tengo dentro el que me impide oír que llamas.  Madre Teresa nos decía que el fruto del silencio es la oración.

Te pido Jesús, que me enseñes a callar. Y que cuando consiga hacerlo no dejes que te dé grandes discursos. Solo entra y mírame.
Tú que me pides que ahora que rezo no lo haga con muchas palabras te pido que me dejes usar dos. La primera de ellas, sinceridad. Sinceridad para que mi oración no sea fruto de un esquema que hay que seguir o de un modelo impuesto, quiero que surja de la relación que tengo contigo. Que sea fruto de nuestras anécdotas, de nuestros buenos y malos ratos. Que no sea una oración artificial sino que hable de la verdad de mi interior.

La segunda que te pido es sencillez. Sencillez para reconocer que eres Tú el que lleva la iniciativa, que eres Tú el que da un paso hacia mí. Y que eres Tú El que después de 2000 años sigue sentándose a mi lado diciendo: “Cuando reces, hazlo así”.

 

 

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