EVANGELIO
Del evangelio según san Marcos (3,31-35):
En aquel tiempo, llegaron la madre y los hermanos de Jesús y desde fuera lo mandaron llamar.
La gente que tenía sentada alrededor le dijo: «Mira, tu madre y tus hermanos están fuera y te buscan.»
Les contestó: «¿Quiénes son mi madre y mis hermanos?»
Y, paseando la mirada por el corro, dijo: «Éstos son mi madre y mis hermanos. El que cumple la voluntad de Dios, ése es mi hermano y mi hermana y mi madre.»
CANCIONES
MEDITACIONES
por el Hermano Roger de Taizè
Tú que aspiras a seguir a Cristo, lo encuentras solamente dándole tu confianza, y no de otro modo. Todo comienza por un fiarse. ¿Pero cómo tener confianza y seguirle en un compromiso de toda la vida cuándo tienes tanto miedo de equivocarte, de que no sea verdad y tanto miedo, más tarde, de haberte equivocado? Así no se camina. Así no avanzarás. Así no Le conocerás.
Para prepararte a dar un sí a Cristo y luego vivirlo, tienes necesidad de que alguien en la Iglesia te escuche. Tienes que hablar hasta el fondo a alguien de ti mismo, pero no a cualquiera. Tiene que ser alguien que tenga un probado espíritu de discernimiento; que sepa leer por debajo de tus contradicciones, de tus mismas desconfianzas, y que no te deje en tu mediocridad.
Pero no todo saldrá como tú esperas.
En todo caso, siempre hay algo que es una certeza: no conocerás a Dios más que aceptando el riesgo de confiarte y de vivir. Jamás conoce a Dios una existencia replegada, volcada sobre sí misma, cerrada en sí. Exige una existencia expuesta, no protegida… y eso, no durante un periodo, sino cada vez más, y para toda la vida.
¡Atrévete ahora mismo a retomar este riesgo!
Mientras tengas miedo á equivocarte, jamás avanzarás porque no empezarás. Quien no avanza, muere. Se camina y crece confiando.
Cuando el sí a Cristo ha sido confirmado por la Iglesia, por aquellos que saben escuchar y te dicen que avances, si te quedas en los pantanos de la indecisión, de tu decisión o de tu pesar, pierdes el tiempo, un tiempo que ya no te pertenecía porque ya es tiempo de Dios. Si confías, aun en la noche y la ambigüedad que puede envolver tu decisión, serás consumido por el Fuego del Espíritu de Dios, y más tarde entenderás. Y más tarde entenderás.
Quien vive arriesgadamente a causa de Cristo, jamás se equivoca y sabe que sólo quien pierde la vida por Él, la gana. Y un día, con toda certeza, comprenderás el sentido de este sí, y darás gracias rebosando gozo.
Quien no se arriesga, tampoco vive.