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Oración 30 enero 2018

EVANGELIO

Del evangelio según san Marcos (5,21-43):

En aquel tiempo, Jesús atravesó de nuevo en barca a la otra orilla, se le reunió mucha gente a su alrededor, y se quedó junto al lago. Se acercó un jefe de la sinagoga, que se llamaba Jairo, y, al verlo, se echó a sus pies, rogándole con insistencia: «Mi niña está en las últimas; ven, pon las manos sobre ella, para que se cure y viva.»
Jesús se fue con él, acompañado de mucha gente que lo apretujaba. Había una mujer que padecía flujos de sangre desde hacía doce años. Muchos médicos la habían sometido a toda clase de tratamientos, y se había gastado en eso toda su fortuna; pero, en vez de mejorar, se había puesto peor. Oyó hablar de Jesús y, acercándose por detrás, entre la gente, le tocó el manto, pensando que con sólo tocarle el vestido curaría. Inmediatamente se secó la fuente de sus hemorragias, y notó que su cuerpo estaba curado.
Jesús, notando que había salido fuerza de él, se volvió en seguida, en medio de la gente, preguntando: «¿Quién me ha tocado el manto?»
Los discípulos le contestaron: «Ves como te apretuja la gente y preguntas: “¿Quién me ha tocado?”»
Él seguía mirando alrededor, para ver quién había sido. La mujer se acercó asustada y temblorosa, al comprender lo que había pasado, se le echó a los pies y le confesó todo.
Él le dijo: «Hija, tu fe te ha curado. Vete en paz y con salud.»
Todavía estaba hablando, cuando llegaron de casa del jefe de la sinagoga para decirle: «Tu hija se ha muerto. ¿Para qué molestar más al maestro?»
Jesús alcanzó a oír lo que hablaban y le dijo al jefe de la sinagoga: «No temas; basta que tengas fe.»
No permitió que lo acompañara nadie, más que Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago. Llegaron a casa del jefe de la sinagoga y encontró el alboroto de los que lloraban y se lamentaban a gritos.
Entró y les dijo: «¿Qué estrépito y qué lloros son éstos? La niña no está muerta, está dormida.»
Se reían de él. Pero él los echó fuera a todos y, con el padre y la madre de la niña y sus acompañantes, entró donde estaba la niña, la cogió de la mano y le djo: «Talitha qumi» (que significa: «Contigo hablo, niña, levántate»).
La niña se puso en pie inmediatamente y echó a andar; tenía doce años. Y se quedaron viendo visiones. Les insistió en que nadie se enterase; y les dijo que dieran de comer a la niña.

CANCIONES

 

MEDITACIONES

“La niña no está muerta, está dormida”

por Rubén V.

Jesús, esta noche con esta frase me haces preguntarme ¿estoy muerto o vivo?

Si relacionas muerte con dormir, también vivir con estar despierto. Parece que es absurdo preguntarme si estoy vivo, así que me pregunto ¿Estoy dormido o despierto? Aun así no es una pregunta literal. Porque evidentemente estoy despierto porque te estoy hablando.

Señor, Tú eres el Camino, la Verdad y la Vida. Tú eres la vida, tú das esperanza, alegría y te entregas por todos. Quiero ser vida como tú, no ser un cristiano de sofá, porque eso de cristiano tiene poco, ya que un cristiano tiene que parecerse a Ti. Como dice el Papa Tú no quieres jóvenes estufa sino cristianos que te lleven a full a toda la tierra. Quieres un mundo alegre en el que tu seas el centro.

Señor dame la gracia de poder llevarte al mundo. Que mi vida cotidiana lleve a Ti,  que cuando la gente me vea o me oiga sepan que soy feliz por Ti. Pero ya no solo a los que me conocen, porque muchas veces pienso que solo ese es mi prójimo, y eso es mentira, mi prójimo también es el que me encuentro todos los días en el metro o el pobre que me encuentro en la calle. Muchas veces me cuesta amarles, pero quiero amarles, porque como me amas me has hecho millones de regalos y cada persona de este mundo me la has regalado y por ello quiero amarla y la mejor forma de amarla es presentártela.

Ahora me vuelvo a preguntar ¿estoy vivo o despierto? Señor, si no doy vida enséñame y ayúdame a darla.


“No temas, basta que tengas fe”

por Arsenio F M

Señor, Tú pronuncias estas palabras cuando todo parecía perdido para el jefe de la sinagoga. No cabía más que llorar, resignarse, tirar la toalla. “Tu hija ya se ha muerto, ¿para qué molestar al Maestro?”. Cuántas veces nos han dicho algo parecido: para qué vas a Misa, para qué rezas, para qué confías en Dios si nada va a cambiar, si nada va a mejorar, si nada va a tener sentido.

Pero a la fe de Jairo Tú respondes haciendo lo imposible, que es devolver la vida a su hija. Así nos enseñas que la última palabra en nuestra vida no la tiene el destino, ni la suerte, ni el mal. La última palabra la tienes Tú, que jamás abandonas a quien confía en Ti. Sólo nos pides que tengamos fe. Pensemos cuántas cosas hoy nos están superando: una ruptura familiar, nuestra situación económica, el descontento en el trabajo, la falta de ilusión en la universidad, el cansancio, la monotonía, la desesperanza. “Basta que tengas fe”. Es la hora de ponernos a los pies del Señor y confiar. Contigo haremos lo imposible, porque lo posible lo hace cualquiera.

“No temas”. Cuántos miedos nos bloquean y paralizan: el miedo a fracasar, a equivocarnos, al qué dirán, a decepcionar, a no ser queridos, a perder a la gente que más apreciamos… Muchas veces el peor dolor no es el que se tiene sino el que se teme, no es el que se está sufriendo sino el que se espera sufrir. Por eso dice el Papa Francisco que el miedo es una actitud que nos hace daño, nos debilita y nos empequeñece. Pero sobre todo, el miedo nos impide amar. Al final de la vida no nos preguntarás por nuestro currículum, ni por nuestro dinero, ni por nuestro puesto de trabajo, ni por nuestros amigos de Instagram, ni por cuántos planes de la Deleju coleccionamos en nuestro palmarés, ni qué piensan el formador, el párroco o el vicario de nosotros. Nos preguntarás: a quién has amado, por quién te has entregado, con quién has compartido tu vida. Y amar, entregarse o compartir son incompatibles con el miedo.

“Basta que tengas fe”. Señor, ayúdame a confiar en Ti para que mis miedos no me bloqueen ni me paralicen. Para amar de verdad hay que arriesgar. Que deje de meterte en mis reducidos esquemas y de comprarte con mis obras. Que abandone el fariseísmo y la hipocresía y verdaderamente, no sólo de palabra, lo espere todo de ti. Así podré decir con autenticidad: “El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré?”.

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