Este pasado día de la Inmaculada hubo mucho lío en el Seminario de Madrid, pero lío del bueno. Si normalmente estamos acostumbrados a que en el día de nuestra Patrona tengamos un pequeño retiro, comamos en casa y luego volvamos con nuestras familias a celebrar en el Seminario un día tan especial para nosotros, este año no ha habido nada de esa acostumbrada tranquilidad.

Por el traslado de la campaña del Día del Seminario debido a la pandemia, desde primera hora de la mañana estuvimos distribuidos por las distintas parroquias de Madrid dando a conocer la vida del Seminario. La experiencia fue, como todos los años, una maravilla. El poder contarles a los fieles de Madrid el camino tan bonito que estamos realizando, el agradecerles todas las oraciones y ayudas que nos hacen llegar, y sin las que no sería posible nuestra formación, y el recibir los ánimos de una Iglesia que nos espera con los brazos abiertos, resultó muy alentador.

Una vez acabada esta primera parte del día, pudimos comer con nuestras familias y volver corriendo al Seminario, donde tuvimos la celebración de la Eucaristía acostumbrada con el Cardenal, esta vez a puerta cerrada. En la homilía D. Carlos nos animó en nuestro camino de formación de la mano del Señor y, como no, de la Virgen María, seguimos con un pequeño encuentro amenizado por nuestros músicos y donde nuestro obispo nos compartió, desde su experiencia, la importancia de tener a María a nuestro lado, y finalmente pasamos todos a cenar respetando el protocolo COVID, algo que no impidió que D. Carlos nos fuera saludando personalmente a cada uno, suponiendo esto el broche de oro a un gran día de nuestra Patrona la Inmaculada.