El tiempo de Seminario se extiende más allá del año académico: el verano es tiempo de pastoral, de formación, de oración… Y también un momento propicio para descansar juntos y pasarlo bien. Esto es lo que hemos podido comprobar, una vez más, en esta actividad estival. Unos 40 seminaristas, junto al equipo de formadores, hemos compartido cuatro días de convivencia en el Seminario de Monte Corbán, en Santander.
Han sido unas jornadas magníficas en las que ha habido tiempo para todo: visitar Santander, bañarnos en la playa, hacer una excursión por la montaña hasta la Virgen del Mar o ganar el jubileo en Santo Toribio de Liébana. En este último lugar, nuestro arzobispo D. Carlos -que nos acompañó varios días- nos predicó un retiro sobre la Cruz del Señor como “Trono de misericordia y ternura”, en el que nos invitó a contemplar, vivir y anunciar este misterio.
Más tarde pudimos celebrar la Eucaristía en la que, en palabras del Cardenal, “nos uníamos a nuestros compañeros que se encuentran en otras actividades”, y venerar el fragmento más grande conservado de la Cruz de Nuestro Señor. El broche a estos días lo puso la Misa en la Catedral de Santander, una suculenta comida y la visita a las Carmelitas de Torrelavega, muy unidas a D. Carlos, que nos las presentó como “aquellas que os quieren y rezan tanto por vosotros”.
Pero, haciendo balance, lo mejor que nos llevamos de este viaje es poder experimentar de nuevo el clima de fraternidad que se da entre nosotros. Más allá del espacio del Seminario, o del curso académico, debemos dar gracias a Dios por esta gran familia del Seminario.