«¿La vida? ¡Bah! No tiene valor alguno: entre las cosas baratas, es la más barata. Se ofrece por todas partes. La Naturaleza la vierte por todas partes. En el lugar de una vida siembra mil. La vida devora la vida, prevaleciendo la más fuerte y la más egoísta».
Imagínate en alta mar, luchando por sobrevivir en un barco mandado por un hombre que ve así la vida. Ahora imagínate que ese capitán no es un simple ignorante, sino un gran filósofo que se deleita discutiendo contigo sobre su teoría, rebatiendo a las mil maravillas todos tus intentos de hacerle comprender la realidad de lo bello y trascendental. Imagínate todo esto y podrás atisbar lo que vivió Humphrey van Weyden, un joven crítico literario, refinado e idealista que, tras naufragar a bordo de un ferry en aguas del Pacífico, es rescatado por un barco dedicado a la caza de focas y capitaneado por Wolf Larsen, el prototipo de”lobo de mar”, cruel, despiadado y sin escrúpulos.
Saltarán chispas entre ambos, rayos truenos y centellas, en una apasionante colisión entre lo culto, ético y estético de van Weyden y lo arcanamente primitivo, instintivo y brutal del capitán Larsen. Un duelo de titanes, ángeles contra demonios, cara y cruz de una misma moneda: el inabarcable y a menudo incomprensible ser humano.
Pese a la brutalidad del encierro, y la dureza de vivir en mar abierto, los diálogos entre van Weyden y Larsen nos descubren las aristas más recónditas del alma. El crítico literario le dice al marinero que lee la inmortalidad en su ojos. Éste le contesta que lo que él ve es “la conciencia, la conciencia de la vida que vive, pero nada más, no una vida infinita”.
“¡Con qué claridad discurría y qué bien expresaba sus pensamientos”, se sorprende van Weyden. Y se pregunta cómo explicar su idealismo a ese lobo de mar. “¿Cómo expresar con palabras algo sentido, algo parecido a los sonidos que se oyen en sueños, algo que convence aun prescindiendo de las excelencias del lenguaje?”, insiste. El gran clásico del género de las aventuras está servido, sólo nos queda reclinarnos en nuestra cómoda butaca con orejas y ver cómo Van Weyden trata tanto de sobrevivir a los peligros del bravo mar como de rebatir los argumentos nietzschianos del inhumano lobo de mar para conservar así su humanidad en toda el sentido de la palabra.