EVANGELIO
Del evangelio según san Marcos (7,1-13):
En aquel tiempo, se acercó a Jesús un grupo de fariseos con algunos escribas de Jerusalén, y vieron que algunos discípulos comían con manos impuras, es decir, sin lavarse las manos (los fariseos, como los demás judíos, no comen sin lavarse antes las manos, restregando bien, aferrándose a la tradición de sus mayores, y, al volver de la plaza, no comen sin lavarse antes, y se aferran a otras muchas tradiciones, de lavar vasos, jarras y ollas.)
Según eso, los fariseos y los escribas preguntaron a Jesús: «¿Por qué comen tus discípulos con manos impuras y no siguen la tradición de los mayores?»
Él les contestó: «Bien profetizó Isaías de vosotros, hipócritas, como está escrito: “Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. El culto que me dan está vacío, porque la doctrina que enseñan son preceptos humanos.” Dejáis a un lado el mandamiento de Dios para aferraros a la tradición de los hombres.»
Y añadió: «Anuláis el mandamiento de Dios por mantener vuestra tradición. Moisés dijo: “Honra a tu padre y a tu madre” y “el que maldiga a su padre o a su madre tiene pena de muerte”; en cambio, vosotros decís: Si uno le dice a su padre o a su madre: “Los bienes con que podría ayudarte los ofrezco al templo”, ya no le permitís hacer nada por su padre o por su madre, invalidando la palabra de Dios con esa tradición que os trasmitís; y como éstas hacéis muchas.»
CANCIONES
MEDITACIONES
“No se lo digas a nadie”
por Carlos T.
Esta noche, Jesús nos quiere hacer ver que el amor hacia Él no es necesario pregonarlo a voz en grito. Más bien, quiere que lo manifestemos en silencio.
“No se lo digas a nadie”, nos dice Jesús. Así, desea que nuestra fe en Él no sea de boquilla, sino de obras; que nuestra forma de hablar sea el obrar en el amor. No olvidemos que toda la vida de Jesús fue obrar según el deseo el Padre.
Y este obrar que quiere Dios de nosotros no es tan extraordinario como pudiera pensarse. No consiste en coger las maletas e irse de voluntariado a Calcuta, de misión a África o a curar enfermos de sida. Esto está muy bien pero ¿y qué pasa cuando mañana tenga que madrugar, levantarme de la cama y coger el metro o el coche e ir a clase o al trabajo? ¿Y qué pasa cuando salga de esta capilla para hablar con mis amigos y regresar con mi familia?
Es en lo más normal y cotidiano del día donde nuestro obrar debe ser resplandor de Dios. De tal manera, que cuando vayamos a fregar los platos, a ordenar el cuarto o a disfrutar del día dando un paseo, lo hagamos tal y como Jesús lo haría.
Imaginando a Jesús en el taller serrando, marcando las medidas y lijando la madera hasta dejarla suave y sin astillas, es la mejor manera de saber cómo tenemos que hacernos santos en el día a día.
Obras pequeñas, no grandes; detalles al fin y al cabo. Detalles que con visión sobrenatural se convierten en esos regalos sencillos que tanto gustan al Señor.
Y detalles que la Virgen María sabe apreciar muy bien. Ella, Madre Nuestra, es la que mejor sabe cómo agradar a su Hijo en lo más familiar y sencillo. Con María, aprendamos a ver a Cristo en lo más pequeño del quehacer diario. Al fin y al cabo, Dios se ha escondido en algo tan pequeño como un trozo de pan.