MARTES 09 MAYO 2017
Del Evangelio según san Juan (10,22-30)
Se celebraba en Jerusalén la fiesta de la Dedicación del templo. Era invierno, y Jesús se paseaba en el templo por el pórtico de Salomón.
Los judíos, rodeándolo, le preguntaban:
«¿Hasta cuándo nos vas a tener en suspenso? Si tú eres el Mesías, dínoslo francamente».
Jesús les respondió:
«Os lo he dicho, y no creéis; las obras que yo hago en nombre de mi Padre, esas dan testimonio de mí. Pero vosotros no creéis, porque no sois de mis ovejas. Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna; no perecerán para siempre, y nadie las arrebatará de mi mano. Lo que mi Padre me ha dado es más que todas las cosas, y nadie puede arrebatar nada de la mano de mi Padre. Yo y el Padre somos uno»..
INVOCACIÓN AL ESPÍRITU SANTO
EXPOSICIÓN DEL SANTÍSIMO
EVANGELIO
MEDITACIÓN 1
MEDITACIÓN 2
CANTO DE RESERVA
CANTO A LA VIRGEN MARÍA

por Antonio G.
Señor Jesús tantas veces te he puesto en esta situación, tantas veces te he tentado, como hicieron los judíos… y sin embargo, tú con todo el cariño del mundo me has dicho lo mismo que a ellos, “las obras que yo hago en nombre de mi Padre, esas dan testimonio de mí.” “Todo lo que he hecho por ti y para ti, -nos dices- todo eso da testimonio de que yo soy el Mesías, yo soy tu salvador, tenme como única defensa, coge mi mano, fíate de mí.”
Señor, ahora, después de darme cuenta de todo lo que has hecho en mi vida, desde que me la diste hasta hoy cambio mi frase por la de Pedro: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios”. Y ahora caigo en la cuenta de todo lo que has hecho por mí, y que no me imagino una vida sin ti. Te necesito, necesito que seas tú quien siga dirigiendo mi vida porque cada vez que lo intento yo, acaba en desastre. Necesito que seas mi única defensa en la misión que me encomiendas, en el mundo, para que pueda decir: “Tú eres mi refugio”.
Ahora, Señor, en un momento de silencio te damos gracias al Señor por todas las obras que has hecho en nuestra vida, por cada momento que nos has ayudado a crecer. Y te decimos que te necesitamos, porque como tú dijiste: “sin mí no podéis hacer nada”. Te pedimos que seas nuestro refugio, nuestra defensa. Señor, te necesito.
por Carlos G.
Buenas noches Señor. Hoy hemos escuchado tus palabras: “Nadie las arrebatará de mi mano”. Nadie. Esa frase ha resonado con mucha fuerza en mi interior. Nadie las arrebatará. Resuena mucho. Y resuena porque son palabras que ha dicho el mismo Dios. Sí, Dios mío, Tú, realmente presente en ese trozo de pan que tengo delante de mí. Jesús, Dios todopoderoso que podría acabar con el mundo cuando quisiera. Tú has dicho esas palabras Señor. Es más, has PROMETIDO que a tus ovejas nadie las arrancará de tu mano.
Cuantas veces se me olvida que lo que Tú prometes, lo cumples. A lo largo del día hay momentos en los que vivo con miedo, inseguridad. Cuando tengo que hacer un trabajo o que hablar en público, cuando tengo una conversación difícil con mis padres o mi jefe, cuando me siento inseguro con los demás… Cada uno tenemos esos momentos en los que sentimos que nos falta la confianza, en los que nos sentimos un poco solos. Solos.
Y es que soy tonto Señor y me olvido de que soy parte de un rebaño. En la Iglesia somos un grupo de ovejitas, poca cosa por nosotros mismos. Pero tenemos muy claro quién está delante. Tenemos muy claro que el Pastor es el mismo Dios. Y un Dios que nunca dejará que nadie me arrebate de su mano. Me gustaría Señor saberme siempre en esa confianza. Saberme siempre como una hormiga en las manos de un gigante. Saberme siempre una ovejita detrás de su Pastor. Y así, esa hormiguita, esa ovejita hará las hazañas más grandes. Recuerdo que les dijiste a tus apóstoles: “haréis cosas más grandes que las que yo he hecho”.
¿Qué puede entonces asustarme Señor? ¿Quedarme sin trabajo? ¿Un jefe que me hace la vida imposible? ¿Los exámenes? Ahora podemos pensar cada uno en aquellas cosas que nos cuestan, que nos dan miedo, aquello de lo que no nos creemos capaces… y en esos momentos en que nos sintamos inseguros o incapaces, Señor, que resuenen con fuerza tus palabras en nuestro corazón: nadie nos arrebatará de tus manos. También sé que dijiste que no tocarían ni un solo pelo de nuestras cabezas. Obviamente no te refieres a algo físico: el pelo se me cae, tengo que cortarme las uñas, me hago heridas… Te refieres a algo más interior. Te refieres a que siempre vas a estar conmigo, a que a Tú lado se pueden combatir las batallas más difíciles. Con esa confianza, con la confianza que me dan tus promesas, me lanzo a la batalla. Sé que en la vida vendrán cosas que me cuesten o me duelan, momentos en los que querré tirar la toalla. Pero Tú siempre irás conmigo y sé que siempre me protegerás. Sé que nadie me arrebatarrá de Tu mano, sé que no tocarán ni un pelo de mi cabeza. Sé que cada vez que grite al cielo desperado y acobardado Tú estarás escuchándome.
28 marzo 2017
04 abril 2017
25 abril 2017