EVANGELIO
Del evangelio según san Marcos (8,14-21):
En aquel tiempo, a los discípulos se les olvidó llevar pan, y no tenían mas que un pan en la barca.
Jesús les recomendó: «Tened cuidado con la levadura de los fariseos y con la de Herodes.»
Ellos comentaban: «Lo dice porque no tenemos pan.»
Dándose cuenta, les dijo Jesús: «¿Por qué comentáis que no tenéis pan? ¿No acabáis de entender? ¿Tan torpes sois? ¿Para qué os sirven los ojos si no veis, y los oídos si no oís? A ver, ¿cuántos cestos de sobras recogisteis cuando repartí cinco panes entre cinco mil? ¿Os acordáis?»
Ellos contestaron: «Doce.»
«¿Y cuántas canastas de sobras recogisteis cuando repartí siete entre cuatro mil?»
Le respondieron: «Siete.»
Él les dijo: «¿Y no acabáis de entender?»
CANCIONES
MEDITACIONES
“¿Y no acabáis de comprender?”
por Pedro C.
No Señor, no acabamos, no acabo de comprender, ¿Cómo comprender que Dios se ha hecho hombre? ¿Cómo comprender que la Palabra nos habla, mirándonos a los ojos? ¿Cómo entender que tu, Rey de reyes, tuviste por trono una Cruz, por cetro cuatro clavos, por ministros, cobardes que huyeron asustados? ¿Cómo entender que perdonases, que amases, y nos pidieses amar a los que te mataron, a los que te matan también hoy, por ejemplo, en Antonio Cesar Fernández, misionero salesiano asesinado en Burkina Faso hace unos días?. ¿Cómo?
“No tenías más que un pan en la barca”
por Miguel M.
Esta noche, como aquel día en el que iban tus discípulos contigo, estás con nosotros. Subido en la misma barca. En tu barca. En la Iglesia. ¡Qué paz debería darme saber que vamos contigo, que eres nada menos que el Hijo de Dios, el Señor del universo, por
quien todo fue hecho! Y, sin embargo, como les pasaba a tus discípulos, tantas veces voy mirándome el ombligo. Como si yo fuera el centro del mundo, como si de mí dependiera todo. Entonces, cuando vienen las olas me asusto, cuando deja de haber luz me angustio, me desespero… o cuando, como les pasa hoy a los que van contigo, veo que solo hay un pan. Se sale de mi control, va más allá de lo que yo puedo hacer: solo hay un pan y estamos en medio del mar.
Pero, ¿de qué mar? Del mar de la historia por el que navega esta barca de la Iglesia, ese mar que hoy es el siglo XXI, en el que no solo las olas del mundo la ponen en peligro, sino también nuestra necedad, nuestra debilidad, nuestro pecado… Porque se nos olvida coger pan, y parece que ya está todo perdido. Es en momentos como este, de debilidad, cuando nos damos cuenta de que nosotros no somos el mesías, no somos la luz. Solo hay un Mesías y una Luz: eres Tú, que has venido para salvar a los hombres y llevarnos a la gozar del amor trinitario, entre el Padre, Tú y el Espíritu, porque cuentas con cada uno de nosotros. Y entonces, ante la manifestación de tanta gloria, escondida en tu Humanidad, cuando nos damos cuenta de Quién eres, llega la paz a nuestro corazón. Porque Tú eres quien va a disponer todo; solo nos pides confiar. Dejarnos abrazar por ese abrazo de amor que vemos en la Cruz, donde cargas con todo mi pecado y mi debilidad y me dices que no es por mis fuerzas, sino por tu amor.
Y solo así me doy cuenta de que ese Pan que hay en la barca, que al principio he despreciado, eres Tú, es tu Cuerpo, que estás ahora mismo delante de mí amándome. Y me gustaría romper a llorar porque no merezco esto…pero mi corazón es muy duro Señor, Tú lo sabes. Por eso mi petición es como la del padre de ese chico endemoniado, que, desde su sencillez, confiando en ti, te rogaba: creo, pero aumenta mi fe. Y confiado plenamente en ti te digo, como san Ignacio: Tomad, Señor y recibid, toda mi libertad, mi memoria, mi entendimiento y toda mi voluntad, todo mi haber y poseer vos me lo disteis, a vos, Señor, lo torno. Todo es vuestro. Disponed todo a vuestra voluntad. Dadme vuestro amor y gracia, que esto me basta.
María, Madre de la Eucaristía, cuida de nosotros