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Oración 20 Noviembre 2018

EVANGELIO

Del evangelio según san Lucas (19,1-10):

En aquel tiempo, Jesús entró en Jericó e iba atravesando la ciudad.
En esto, un hombre llamado Zaqueo, jefe de publicanos y rico, trataba de ver quién era Jesús, pero no lo lograba a causa del gentío, porque era pequeño de estatura. Corriendo más adelante, se subió a un sicomoro para verlo, porque tenía que pasar por allí.
Jesús, al llegar a aquel sitio, levantó los ojos y le dijo:
«Zaqueo, date prisa y baja, porque es necesario que hoy me quede en tu casa».
Él se dio prisa en bajar y lo recibió muy contento.
Al ver esto, todos murmuraban diciendo:
«Ha entrado a hospedarse en casa de un pecador».
Pero Zaqueo, de pie, dijo al Señor:
«Mira, Señor, la mitad de mis bienes se la doy a los pobres; y si he defraudado a alguno, le restituyo cuatro veces más».
Jesús le dijo:
«Hoy ha sido la salvación de esta casa, pues también este es hijo de Abrahán. Porque el Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido».

CANCIONES

 

 

MEDITACIONES

“El Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido”

por Enrique A.

Señor mío y Dios mío, creo firmemente que estás aquí, que me ves, que me oyes, que me buscas, que me salvas, que me amas”.
Jesús, yo estaba perdido y me encontraste, hundido y me salvaste. ¡Cuántas veces me olvido de esto o me acostumbro! Igual que la gente de Jericó murmuraba extrañada cuando llamaste al pecador Zaqueo, muchas veces pienso en la Iglesia como en un grupo de justos frente a esas personas que “están tan mal” en el mundo.
Sin embargo, Jesús, todos somos esa oveja perdida, somos ese Zaqueo al que buscas con la mirada entre la multitud para salvarlo. Tu historia, Señor, mi historia, nuestra historia, es la de ese Padre que, al ver al hijo pródigo a lo lejos, sale corriendo y se le tira al cuello abrazándole, que al verle desnudo mandas que le revistan de tu dignidad y le haces tu hijo: hijo de Dios.
Jesús, gracias por venir buscarme, por haber bajado hasta mí para elevarme hasta Ti. Haz que siempre nos dejemos encontrar por Ti y, como decía San Anselmo, “enseña a mi corazón dónde y cómo ha de buscarTe, dónde y cómo ha de encontrarTe.

 


 

 

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