EVANGELIO
Del evangelio según san Lucas (19,1-10):
En aquel tiempo, entró Jesús en Jericó y atravesaba la ciudad. Un hombre llamado Zaqueo, jefe de publicanos y rico, trataba de distinguir quién era Jesús, pero la gente se lo impedía, porque era bajo de estatura. Corrió más adelante y se subió a una higuera, para verlo, porque tenía que pasar por allí.
Jesús, al llegar a aquel sitio, levantó los ojos y dijo: «Zaqueo, baja en seguida, porque hoy tengo que alojarme en tu casa.»
Él bajó en seguida y lo recibió muy contento.
Al ver esto, todos murmuraban, diciendo: «Ha entrado a hospedarse en casa de un pecador.»
Pero Zaqueo se puso en pie, y dijo al Señor: «Mira, la mitad de mis bienes, Señor, se la doy a los pobres; y si de alguno me he aprovechado, le restituiré cuatro veces más.»
Jesús le contestó: «Hoy ha sido la salvación de esta casa; también éste es hijo de Abrahán. Porque el Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido.»
CANCIONES
MEDITACIONES
«Zaqueo, baja en seguida, porque hoy tengo que alojarme en tu casa.»
por Guillermo C.
Con tu licencia Soberano Señor Sacramentado.
Como siempre ocurre, el encuentro contigo Jesús supera toda expectativa. Zaqueo, acostumbrado quizá a mirar por encima del hombro a sus clientes, se las apaña ahora para trepar por aquel árbol para verte de cerca. Mientras caminabas con Bartimeo como tarjeta de visita, tu mirada atenta se clava en los ojos expectantes y temblorosos de aquel publicano, tu Zaqueo. Le ofreces gratuitamente tu amistad, algo a lo cual Zaqueo no se atreve a poner ningún impuesto. Aterriza al suelo de un salto, y las ramas se tambalean, como si un gran fruto les hubiese sido arrancado.
Tu apóstol Mateo comprende muy bien la alegría que comienza a prender en el corazón de Zaqueo. Éste, desde que decide abrirte las puertas de su vida, comprende tu lógica de gratuidad. No sabe, quizá, ni cómo ni por qué, pero se da cuenta de que Tú has venido a salvarle, a cambiarle por completo la vida, y que todo ello lo haces sin pedirle cuentas, sin cobrarle ese impuesto impagable, pero merecido, que es su pecado. Le bastó un rato a Zaqueo para sellar y concretar su amistad íntima con Jesús. No realizó después la obra de misericordia a modo de pago por lo recibido por Ti, sino para parecerse más a Ti, para terminar de entregarte las llaves de su vida.
Hoy, Señor mío y Dios mío, queremos ser tus amigos íntimos. Y que tú seas el nuestro. Que no desistamos de encontrar y aprovechar cada oportunidad de verte, de hablar contigo, de comulgarte. Que no nos andemos por las ramas con nuestra salvación. Que, descubriendo que ser anfitrión de Dios hoy es ser invitado a la casa del Cielo, estemos siempre en gracia de Dios. Que los que hemos sido llamados al sacerdocio, no te ocultemos nunca a la vista de las personas y amigos que nos encomiendas. Te pedimos Señor por el Santo Padre, por España y por los pobres.
Corazón dulcísimo de María, prepáranos un camino seguro.
“Hoy ha sido la salvación de esta casa”
por Jorge B.
Gracias Señor. Deja que dé en confianza las gracias, de corazón a corazón. Este martes vuelves a venir a mi casa, me pides entrar en mi vida tal cual estoy, y me aseguras que quieres seguir haciendo hoy, de ella, una casa de salvación.
Que ni mis miedos, las heridas, dudas, debilidades y contradicciones, ni el subidón de los éxitos o la comodidad me lo hagan olvidar. Mi vida está llamada a ser grande, un sueño de felicidad del Padre para mí que se vaya cumpliendo. Nos recuerdas que somos hijos de Dios en ti, dignos hijos de Abraham.
Has querido recatarme, porque soy precioso ante ti, me has dado la vida y con ella mi historia, por mi nombre, con tantas personas y acontecimientos que me han ido haciendo… una historia de salvación contigo detrás (sosteniéndome) al lado (de compañero), delante (como guía) y tantas veces invisible, sin enterarme.
Gracias Señor por venir a nosotros, por ser tan claro y no conformarte con un rato, un compromiso, un saludo de vez en cuando en la oración, o el Domingo… me quieres tal cual, pretendes acoger todo de mí e ir construyendo el mejor yo posible, la mejor versión de __ (mi nombre) en Tí. No te conformas con un like o unos miles de seguidores. Lo pides todo, porque me lo has dado todo, y me haces capaz de ello.
Deja que haga mía esta oración de San Ignacio, quiero ponerme a tus pies esperando que me sigas dando tu vida, tu fuerza, tu salvación:
“Tomad Señor, y recibid
toda mi libertad, mi memoria,
mi entendimiento
y toda mi voluntad,
Todo mi haber y mi poseer.
Vos me lo disteis,
a vos Señor lo torno.
Todo es vuestro.
Disponed a toda vuestra voluntad.
Dadme vuestro amor y gracia,
que ésta me basta”