EVANGELIO
Del evangelio según san Lucas (14,15-24):
En aquel tiempo, uno de los comensales dijo a Jesús: «¡Dichoso el que coma en el banquete del reino de Dios!»
Jesús le contestó: «Un hombre daba un gran banquete y convidó a mucha gente; a la hora del banquete mandó un criado a avisar a los convidados: “Venid, que ya está preparado.” Pero ellos se excusaron uno tras otro. El primero le dijo: “He comprado un campo y tengo que ir a verlo. Dispénsame, por favor.” Otro dijo: “He comprado cinco yuntas de bueyes y voy a probarlas. Dispénsame, por favor.” Otro dijo: “Me acabo de casar y, naturalmente, no puedo ir.” El criado volvió a contárselo al amo. Entonces el dueño de casa, indignado, le dijo al criado: “Sal corriendo a las plazas y calles de la ciudad y tráete a los pobres, a los lisiados, a los ciegos y a los cojos.” El criado dijo: “Señor, se ha hecho lo que mandaste, y todavía queda sitio.” Entonces el amo le dijo: “Sal por los caminos y senderos e insísteles hasta que entren y se me llene la casa.” Y os digo que ninguno de aquellos convidados probará mi banquete.»
CANCIONES
MEDITACIONES
“Pero todos a una empezaron a excusarse”
por Pedro C.
Buenas noches Señor, una vez más, no das puntada sin hilo cuando te diriges a nosotros. “No puedo”, “No sé”, “No me atrevo”, “No quiero”, es la letanía de excusas que no se nos cae de la boca, ni del corazón, muchas veces cuando nos invitas al banquete de Tu Amor, de la vida plena que nos prometes, a la que se entra por la puerta angosta, es verdad, pero que vivida de Tu mano, colma cualquier expectativa, supera cualquier sueño.
En este momento de mi vida, como seminarista, hay una excusa que no hace más que aparecer, probablemente no sea solo mía, ya que toda vida es vocación, si se vive de tu mano, y es: “no soy digno”. Amor mío, hoy ante Ti, realmente presente en el milagro de la Eucaristía, te suplico que me concedas aceptar que, efectivamente no soy digno, nunca lo seré, nadie lo es, pero Tu eso ya lo sabes, y me quieres como soy, me quieres hasta con eso que nunca nadie sabrá de mi, hasta en eso me amas, solo me pides una cosa, que me entregue a Ti del todo, el pack completo, sin excusas, sin más razones que el amor, y un si sincero, dócil, niño, confiado y para siempre, como el que te dio tu Madre, para que nunca se queda decir de mi lo que Lope de Vega:
“¡Cuántas veces el ángel me decía:
«Alma, asómate ahora a la ventana,
verás con cuánto amor llamar porfía»!
¡Y cuántas, hermosura soberana,
«Mañana le abriremos», respondía,
para lo mismo responder mañana!”
Lope de Vega
por Adrian S.
Señor, una vez más te acercas a los más pobres, a los marginados, a los que no importan y les invitas a tu mesa. Cuantas veces se acusa a los cristianos de ser los santitos, los perfectos, los que nunca se equivocan. Sin embargo, cuando veo mi corazón, veo que soy un pecador más, lleno de heridas y deseoso de que alguien me las cure. Entonces empiezo a vivir de placeres efímeros pensando que así voy a ser sanado y cuando más herido y más perdido estoy siempre aparece, como dice el Papa Francisco, ese hospital de campaña que es la Iglesia, un gran palacio como el del evangelio, en el que se me invita a un gran banquete en el que tu, bajo apariencia de un pequeño trozo de pan, entras en mi corazón y lo sanas. En esta noche, te doy gracias por aquellos mensajeros que me invitaron a pasar al banquete, los sacerdotes, los catequistas. Gracias por curarme cada a través de la Iglesia cada vez que me acerco a la confesión y gracias Señor, por regalarnos cada día el banquete de la eucaristía.